Península Hamartia
Editorial: El viaje y el camino.
Ciudad de México, 2017.
“Aquí sólo las
sombras nos comprenderán.”
Iván Zhdánov
“Sólo es hermoso el pájaro cuando muere
destruido por la poesía.”
destruido por la poesía.”
Leopoldo María Panero
La hoja de
otoño que agrega
un signo a la forma del azar:
No
existe.
Parece no caer.
Su
verbo no pesa.
No hay en su alud
un sustantivo para asirla de la
cadera.
Tempano aéreo,
núbil sílaba sólo alcanzada
por un
relámpago
que
libera el
diamante de
la pavesa.
Expectantes tres
puntos:
Péñola la atarraya que atraviesa la lumbrera.
Fulminado el instante...
Abrirse los
ojos
con la espina de
un relámpago,
caer como un
grito
que se despedaza
el rostro
desde un sexto
piso o,
fugaz,
inflamarse como
el trigo y la seda;
sencilla
extinción de luz
en los ritmos
del aire.
Basta con
presionar el dedo índice
contra el centro
del corazón
para llenar el
cuerpo de oscuridad callada e inmóvil.
Cuando la intuyas,
no resistas a la hiena famélica entrar y salir
de la retina
del ojo de la pesadilla que te sueña.
Irás y
vendrás
de un grito
infecto
a la médula rota
del nervio.
Del golpe de
recuerdos
a la
desesperación de un perseguido
reptando en las
venas de un
fantasma que se niega a morir.
Reo que se destroza
la cabeza contra su reflejo,
muñón violeta
de un
ejecutado
que no encuentra
descanso en
la mazmorra de su cerebro.
Condenado a la
hoguera
o a la soledad
de la cama,
da igual,
en el cerebro de
tu mazmorra
es otro el que
despierta, se asoma
y se estrella
contra la pared de su reflejo,
hasta que la
certeza de lo inevitable nos funde y se reconoce
en sí mismo:
Verbo-Pesadilla
ceniza-meconio
principio-fin:
Nunca tan tú,
nunca tan
yo,
nunca tan
verdaderamente solo,
nunca tan
presente en la tierra,
nunca tan mi
cadáver ,
nunca tan en ti
mismo,
nunca tan en mí
mismo
como en la hora
del yerro,
momento único en
la existencia humana
en que una
parvada oscura nos diluye en las nubes de un cielo siempre azul.
Estamos en la
vida para tener certeza de nuestras débiles victorias y de nuestras muchas
derrotas:
Vidagonía.
Abril
Un mes como en el calabozo: llegamos de pasadizos
falsos
a una trampa hexagonal donde el hilo de tus ojos he
perdido y
en medio he quedado ante ésta pintura
boquiabierta.
Dos relámpagos evadieron todas las posibilidades
y han golpeado en el mismo hoyo negro.
¿Un augurio?
¿Agua y fuego se pueden contener en una sola
llama?
La noche no deja de parecerme un falso laberinto
donde nuestros personajes yacen ahogados en la hoja
blanca.
Las palabras con las que construí esta celada
se han vuelto contra mí, me confunden, murmuran
fonemas que trastocan los decretos de este Dédalo
encadenado a juicios absurdos y acusatorios.
En una esquina la palabra “Amor” espera a que le
desaten
las cuatro fauces, ese perro negro que hace su guarida
en nosotros para
aullar su hambre solitaria.
Es el mismo hocico, el mismo perro perro que husmea el fondo de una perla
y destroza el cuello de un ciervo.
En mis ojos depredadores no asimilo la diferencia entre
la silueta delgada ébano de una promesa
y la simiente arcana de la realidad pétrea. Corrompidos
los días:
Te quiero nombrar Abril --Esperanza-- y todas las
puertas se cierran,
huyo de una sombra querida y al doblar la esquina el sepulcro
abierto,
los chacales-porcinos nos tienen rodeados:
una bota presionando la testa contra el suelo duro y
sucio de la vida
y el hexágono se
reduce a una pequeña torre
donde un alucinado grita, desde las rejas,
sílabas y esdrújulas que en nada alteran
el nocturno vuelo de los buitres.
No hay salida…
Ascesis
de un seductor de Margaritas
Desciende de su montaña un tropel de hierofantes
desnudos
traen como presente
versos de un libro submarino:
un cisne bellamente crucificado y
la ansiedad humana en concubinas
elípticas canciones nigromantes:
éter
agua materia
espejo
uno
om
Margaritas empaladas
Margaritas empaladas.
Beso los labios de un sol negro
se abre carne a la carne
Empujo...
Tú me
recibes con el calor telúrico de tus caderas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario