domingo, 11 de junio de 2017

Península Hamartia. Cuatro primeros poemas

Península Hamartia










Editorial: El viaje y el camino.
Ciudad de México, 2017.









“Aquí sólo las sombras nos comprenderán.”
  Iván Zhdánov




                                                                                      “Sólo es hermoso el pájaro cuando muere
                                                                                                                    destruido por la poesía.”
                                                                                                                    Leopoldo María Panero
                      




















La hoja de otoño que agrega
un signo a la forma del azar:
            No existe.
Parece no caer.
            Su verbo no pesa.
No hay en su alud
un sustantivo para asirla de la cadera.
Tempano aéreo,  
          núbil sílaba sólo alcanzada  
                                        por un relámpago
                                          que libera el 
                                  diamante de la pavesa.  
Expectantes tres puntos:
                                             Péñola la atarraya que atraviesa la lumbrera. 









Fulminado el instante...
Abrirse los ojos  
con la espina de un relámpago,   
caer como un grito 
que se despedaza el rostro
desde un sexto piso o,
fugaz, 
inflamarse como el trigo y la seda; 
sencilla extinción de luz 
en los ritmos del aire.
Basta con presionar el dedo índice  
contra el centro del corazón    
para llenar el cuerpo de oscuridad callada e inmóvil.
 Cuando la intuyas,
 no resistas a la hiena famélica entrar y salir de la retina
 del ojo de la pesadilla que te sueña.
Irás y vendrás 
de un grito infecto 
a la médula rota del nervio. 
Del golpe de recuerdos
a la desesperación de un perseguido     
reptando en las venas de un 
 fantasma que se niega a morir.
 Reo que se destroza 
 la cabeza contra su reflejo, 
 muñón violeta 
de un ejecutado 
que no encuentra descanso en 
 la mazmorra de su cerebro. 
Condenado a la hoguera 
o a la soledad de la cama,
da igual,
en el cerebro de tu mazmorra
es otro el que despierta, se asoma 
y se estrella contra la pared de su reflejo, 
hasta que la certeza de lo inevitable nos funde y se reconoce 
en sí mismo:
 Verbo-Pesadilla 
 ceniza-meconio 
 principio-fin:
 Nunca tan tú,
nunca tan yo, 
nunca tan verdaderamente solo,
nunca tan presente en la tierra,
nunca tan mi cadáver ,
nunca tan en ti mismo,
nunca tan en mí mismo  
como en la hora del yerro,
momento único en la existencia humana
en que una parvada oscura nos diluye en las nubes de un cielo siempre azul.
Estamos en la vida para tener certeza de nuestras débiles victorias y de nuestras muchas derrotas:
Vidagonía.






Abril 

Un mes como en el calabozo: llegamos de pasadizos falsos 
a una trampa hexagonal donde el hilo de tus ojos he perdido y 
en medio he quedado ante ésta pintura boquiabierta.  

Dos relámpagos evadieron todas las posibilidades 
y han golpeado en el mismo hoyo negro.
¿Un augurio?
¿Agua y fuego se pueden contener en una sola llama?  

La noche no deja de parecerme un falso laberinto
donde nuestros personajes yacen ahogados en la hoja blanca. 
Las palabras con las que construí esta celada  
se han vuelto contra mí, me confunden, murmuran 
fonemas que trastocan los decretos de este Dédalo 
encadenado a juicios absurdos y acusatorios. 

En una esquina la palabra “Amor” espera a que le desaten 
las cuatro fauces, ese perro negro que hace su guarida en nosotros para
aullar su hambre solitaria. 
Es el mismo hocico, el mismo perro perro que husmea el fondo de una perla 
y destroza el cuello de un ciervo. 
En mis ojos depredadores no asimilo la diferencia entre la silueta delgada ébano  de una promesa
y la simiente arcana de la realidad pétrea. Corrompidos los días: 
Te quiero nombrar Abril --Esperanza-- y todas las puertas se cierran, 
huyo de una sombra querida  y al doblar la esquina el sepulcro abierto, 
los chacales-porcinos nos tienen rodeados:
una bota presionando la testa contra el suelo duro y sucio de la vida
 y el hexágono se reduce a una pequeña torre
donde un alucinado grita, desde las rejas, 
sílabas y esdrújulas que en nada alteran 
el nocturno vuelo de los buitres.      
                                                         No hay salida…





















Ascesis de un seductor de Margaritas

Desciende de su montaña un tropel de hierofantes desnudos
traen como presente
versos de un libro submarino:
un cisne bellamente crucificado y
la ansiedad humana en concubinas
elípticas canciones nigromantes:
              éter
 agua             materia
espejo             uno
              om 
Margaritas empaladas
Margaritas empaladas.  
Beso los labios de un sol negro
se abre carne a la carne
Empujo...
            Tú me recibes con el calor telúrico de tus caderas.













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