lunes, 14 de julio de 2014

True Norwegian Black Metal, Fotolibro de Peter Beste

Peter beste, True Norwegian Black Metal (2008,
NY.)
Los hijos del diablo cagan, tragan chatarra, deambulan sus largos bosques bajo
gruesos días nublados, se encierran a componer Black Metal, beben alcohol como si
fuera sangre de vírgenes lúbricas, espantan a las pocas ancianitas y buenas
conciencias en calles pintorescas de Bergen, algunos dicen platicar con el diablo, se
maquillan, se trepan a un escenario a tocar Black Metal, se alcoholizan y se
desmaquillan la muerte (corpse paint)... igual y lo último no siempre.
    Peter Beste, fotógrafo neoyorkino que se especializa en el retrato, y que ya
había trabajado en la escena del hip hop, se lanza en trece viajes espaciados a
Noruega para capturar, en toda su mortalidad, a los señores y amos de la escena
del Black Metal Clásico desde principios de los noventa. El resultado de los viajes de
Beste –el primero en 2001 movido por el influjo del black– convivencia y asistencias
a conciertos durante siete años, es el foto libro True Norwegian Black Metal (2008,
NY.).
    Bajo la edición de Jhoan Kugelberg, las 147 fotografías a color, y en el clásico
blanco y negro, giran en torno a tres tópicos: Noruega (tema en que predomina el
paisaje) y los músicos arriba del escenario y en su vida cotidiana. Unidad temática
que no esconde su intención psicológica.
Para su fino estudio, Peter capta, como fondo de tragicomedia, el matiz
opaco del idílico país norteño, imágenes capturadas a manera de un retrato
espacial donde se desenvuelve la vida (paradisiaca) de los hijos de Odín. Calles y
bares en las zonas urbanas que contrastan con las aisladas chozas en bosques sólo
posibles en la fantasía, grandes extensiones de fiordos y vastos horizontes
dominados por la nieve, telón idóneo para un movimiento musical de gélido y cursi
radicalismo.
     Los siempre polémicos y petulantes blackmetaleros son el objetivo del
lente bajo dos contextos equidistantes en los otros dos tópicos, según lectura
propia: los malosos sobre el escenario y los malosos en su vida cotidiana. Estos dos
conceptos son atravesados por un leitmotiv condicionante, herramienta temática
con que logra fotografías de fino contraste, nos referimos al Corpse paint (pintura
de cadáver, aquí en México mejor conocido como Pandita Paint).
    Gesto de batalla, hay quien afirma que es mera imitación del
sensacionalismo glam de Alice Cooper, King Diamond y Lee Simmons en su versión
demoniaca, para otros una rasgo de originalidad que define la estética mortuoria
del género. En la lente de Perter Beste, el maquilla de cadáver es una puerta que
revela las variantes psicológicas de los personajes en los contextos ya referidos: el
escenario y la vida cotidiana.

    Las fotos mejor logradas, a ojos de los que gustan del género, son las tomadas en los
escenarios. En ellas, personajes como Gaahl (Gorgoroth), los músicos de Windir,
Emperor, Nattefrost, entre otros, son los personajes siniestros en los que la imagen
escénica es una extensión de las emociones destructivas. El rostro bajo el maquillaje de cadáver se transforma: son máscaras que han permitido la posesión de un demonio, ancestro u oscuridad etérea que siempre ha estado presente pero que se materializa sobre un escenario que vibra y cruje con los decibeles de guitarras filosas sobre bases graves que chocan contra el enjambre de energía negra que escupe el público (también fotografiado) empapado en tensa adrenalina orgiástica. En el escenario son verdaderos demonios. Esa misma naturalidad de los músicos bajo el corpse paint la capta Beste teniendo como fondo los fascinantes bosques noruegos, sus fiordos, lagos y montañas: Ahí, los ataviados de muerte parecen fundirse con la naturaleza , más que muertos, Beste los captura como espíritus de un bosque al que conocen hasta el musgo (una de las mejores fotos, en este sentido, es de la agrupación Gorgoroth bajando una ladera boscosa. Advierta el parecido del maquillaje de Gaahl con la textura de los arboles).
Peter Beste, True Norwegian Black Metal (2008,
NY.)




















    Mas la posesión finaliza cuando el escenario queda en silencio. Los músicos
vuelven a la vil condición humana. El catálogo ofrece una amplia gama de fotografías en que la vida cotidiana de estos personajes es retratada. Una rápida mirada al libro, sin intención critica, nos asegura dos cosas:
    Primero: Los personajes élite de la autodestrucción tienen una vida tan
satisfecha que los deprime y los manda directo a la peda. Segundo: se explica que
solamente borrachos pudieron aceptar que Peter Beste los haya tomado en su faceta
demoniaca a plena luz de la aplastante realidad.
    El maquillaje fuera del escenario o de la complicidad de natura se disuelve en
tomas de humor involuntario, anécdotas de borrachera, sesiones ante el espejo,
destrucción y alcohol siempre. Pero no todos los retratados viven hinchados de excesos, Beste también toma testimonio de otros músicos más dados al aislamiento o a la convivencia en los bares cercanos, empleos o/y familia, la vida desacralizada, fuera del espectáculo y la parafernalia que escandalizó a la pacífica y ortodoxa sociedad noruega a principios de los 90's. Poco queda de esa atmósfera pesada y negra pese a los esfuerzos de músicos como Fenrriz, Gaahl, Vikernes y un largo etcétera, que niegan todo lazo con el perverso mercado, a pesar de que son los mayores beneficiados con el boom de las iglesias quemadas.
    Como si de un disco se tratara, éste fotolibro guarda lo mejor en su bonus-
track, se trata de fotografías, portadas, artículos, cartas y otras rarezas recopiladas y
editadas por Metallion para su fanzine de black metal llamado Slayer, fanzine que, la
neta, exige un largo artículo aparte.
    Y vaya que son tesoros: fotografías de los tiempos primeros, inimitables, en las
austeras casas de los pioneros: Un joven Varg Vikernes, escasos 19 añitos, junto al
finado líder de Mayhem, Euronymus; las ya clásicas fotos de Dead en pleno toquín, las primeras entrevistas con los novísimos Emperor, testimonios de la primigenia oscuridad, un tiempo de hartazgo, afrenta y herrumbre, suciedad sin pretensiones ni adornos que nos hacía olvidar que sólo se trataba de jóvenes noruegos que cagaban, tragaban menos que chatarra, bebían como recién descubierta la copa de la puta sodomita y no sospechaban, en su jodida juventud, que estaban encabezando el mayor movimiento de música oscura de los últimos tiempos, por suerte, no lo sabían.

Peter Beste, True Norwegian Black Metal (2008,
NY.)


Adonai Rojo.

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